cuando sus huesos estén roídos y sean polvo los limpios,
tendrán estrellas a sus codos y a sus pies;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar saldrán de nuevo,
aunque los amantes se pierdan quedará el amor;
y la muerte no tendrá señorío
Y la muerte no tendrá señorío. Bajo las ondulaciones del mar los que yacen tendidos no morirán aterrados; retorciéndome en el potro cuando los nervios ceden, amarrados a una cuerda, aún no se romperán; la fe en sus manos se partirá en dos, y los penetrarán los daños unicornes; rotos todos los cabos ya no crujirán más; y la muerte no tendrá señorío.
No me acuerdo cómo ni dónde fue, pero estaba acodado en la barra de un bar viejísimo y malísimo -de esos que tienen aserrín en el suelo-, cuando de pronto advertí que a mi lado había un calvito-cabeza de rodilla esperando ser atendido. Borracho y todo lo reconocí al toque: era Henry Miller, autor de los “trópicos”. No perdí la oportunidad y lo abordé invitándole una cerveza, consiguiendo así una entrevista en exclusiva con él:
Francisco Lentini, vivio asi hasta los 77 años, exelente jugador de futbol y luego cantante y numero principal de un circo de nueva york, 15 dedos, 3 piernas, imaginen el resto.
Trabajo como una persona sola Como el chino y el pobre que soy Como si quisiera surgir.
Compro CD's de Jazz, la revista madrileña Co & Co, Libros de Anagrama, Visor e Hiperión. Leo a poetas tan mal editados como mal nacidos Que van al grano como las prostitutas al dinero: Versos corto punzantes que empiezan generalmente con mayúscula
Para que se sienta el martillazo Y camuflar la prosa pura. Mi casa es una taberna que recibe a toda clase de amigos: Hijos de puta que consumen mi tiempo, mis libros Y el trago que le da sentido A mi vida sin sentido de cartero
A veces viene la mujer araña A encamarse conmigo durante días de ausencia laboral. Me hace café, me da comida, Limpia el baño de quinta de recreo Y me deja vacío Fumando, mirando las estrellas