MI NONBRE ES SELVA RAMIREZ.COM


El encender el televisor, lo primero que veo es un chico esposado como criminal camino al cadalso. Dan las noticias, y el aséptico conductor informa con voz acrílica que este sujeto fue detenido por el delito de abuso con menores por internet. Y al mirarlo, tan joven, humillado y cabeza abajo arrastrado hasta el furgón policial, me pregunto quién es el pedófilo, porque el joven delgado peina 18 años, un año más que su víctima de 17. Y me vuelvo a preguntar: ¿si el pendejo ni siquiera lo tocó?, nunca puso sus manos sobre esa carne prohibida, sólo acarició en el teclado del compu la música de esa piel como quien toca un piano a la distancia. Entonces, ¿por qué lo eligen como chivo expiatorio para el escarmiento? El estudiante de 18 era un voyerista, un mirón que seguramente, como tantos, como miles, como millones, se pajea con el porno ciber en la privada intimidad. Si los chicos tenían 17 nunca se sabe, porque siempre se ponen más años. Además, con la moda televisiva del gimnasio, más la dieta McDonald’s, la adolescencia luce hoy el engorde macizo de niños que tienen cuerpo de hombre.


La escena del noticiario es obscena en su cruel tremendismo. Asquea cierta hipocresía condenatoria de exponer a un chico estudiante al juicio moralizador de la pantalla. Le destruyeron la vida por un leve deseo. El delito:; haber sido seducido por el brillo hipnótico de los cuerpos benjamines a través del vidrio. Su pecado fue entrar al océano virtual donde es posible encontrarse hasta con la pequeña Lulú, que aún se llama Lulú en su nick, escribe como niña, pero tiene 50 años. O con Papelucho, que, en el espacio sideral del MSN, sigue siendo un colegial revoltoso, pero en la realidad es un divorciado de 60. También puede ser Peter Pan, desde la isla de Nunca Jamás, donde tiene un sauna con sirenas en topless, pero ya de abuelo, en la intimidad del chat, morirá siendo el mocoso que se resiste a madurar.



Este jovenzuelo acusado es una víctima de la comunicación virtual y su mercado de sexo a la distancia, sexo sin tacto para el náufrago de caricias y solitario navegante. Se le acusa de incitar a los chicos a que se desnuden frente a la webcam del compu, a que muestren sus verdes cojoncitos y se masturben pensando que están frente a una mujer. Se le acusa de ponerse nombre de mujer y usar la foto de una modelo muy siliconeada. Y bien, cuántos adolescentes no se la corren con esas fotos del porno farandulón. El chat da la posibilidad de desdoblarse en miles de nombres e identidades. Hace unos años, cuando recién me instalaron internet, mi nick era Selva Ramírez, y me describía como una morenaza de 25 años con un pelo hasta la cintura y un cuerpo de diosa. Una chica sencilla y esforzada que trabajaba de noche como mesera de un bar para costearme los estudios de periodismo. Por ahí enganché a un bambino de Mar del Plata que se enamoró de Selva sólo por el nombre y mi palabrerío travesti. Eres un trolo, me dijo un día, y yo me enfurecí y lo mandé a la mierda. No sabes qué es una mina, por eso me confundes, le gruñí en el MSN. Perdona, Selvita, es que hay tanto homosexual que se hace pasar por mujer. Dame cam, Selvita, para conocerte. Es que soy tan pobre que no tengo cámara. Mándame una foto, entonces, para verte, aunque igual te amo. Mira, soy tan pobre que ni siquiera me alcanza para sacarme fotos. Tengo una radiografía si te sirve. Jajajajá, se reía el pendex desde Mar del Plata. Aunque yo si lo podía ver, y era un dios hecho a mano. Me pasaba toda la noche chateando con él. Sos adorable, Selvita, nunca conocí a una mujer como vos. Espérame, voy a atender una mesa, me disculpaba. Te esperaría toda la vida; cuídate, Selvita, que los hombres borrachos te pueden faltar el respeto. Ese trabajo no es para vos. No te preocupes, sé defenderme. En eso estuvimos meses, me resistía a usar una foto de mujer insistiéndole que a él sólo le interesaba Selva por su físico. Bueno, tenés razón, no importa, pero igual mándame una foto. En ese tiempo me invitaron a Buenos Aires, y aparecí en portada del suplemento de "Clarín" con una foto de veinte años atrás retratada como Frida Kahlo con un pájaro en la frente. Mira, le dije al chico ya cansada de tanta petición de foto, anda al quiosco de periódicos, compras "Clarín" y en la portada del suplemento aparece Selva Ramírez. Esa soy yo. Pasó una hora, dos horas, y por fin me contestó. Hey, Selvita, ¿estas ahí? Sabes que en el diario aparece una mujer con máscara; espérate, voy a leer la entrevista. Nunca más supe de él. Y a Selva Ramírez se la tragó el vacío sin alma del ciberespacio. Hoy recuerdo esto por la noticia del chico condenado a cinco años por falsear su identidad. Y me pregunto por las identidades ladronas de Pinochet, por los violadores y torturadores que se pasean impunes por nuestro Chilito. Y reniego mil veces de la justicia chilena que, con el pretexto moral de la protección a la infancia, va sembrando de paranoia global el simple mirar, el voyerear, el crear romances en el imaginario libertino del cuarto propio, que es el único cielo amatorio iluminado por el flúor azulino de la pantalla soledad.

`PEDRO LEMEBEL




0 responder: