Nacimos en el desprecio a los signos de exclamación,
en habitáculos donde sólo se llega a dormir o al amor
y se sujetan los áfonos y dulces quejidos, en el desprecio
a esos signos que tanto daño han hecho a los amantes
y a la relación entre empleadores y empleados.
Tenues
ofrecemos té y vino en diminutivos a quien comparte la charla,
el ajedrez sin fanfarronear el triunfo, sotto voce
como si con los decibeles se fueran a marchitar las calas
o fuera a ocurrir algo terrible
y alguien sugiere una épica del silencio,
conformada por la antología de Cuántos
ecos, susurros y gemidos
g.carrasco

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