oblicuo



No se sabe qué está escrito y qué está imaginado. Te doy la urea, el sol que uno orina en los buzones –es de noche. Levanto una ceja al tiempo que bajo la otra, un paréntesis para nadie, lleno en rumor y no de él: una piscina reflejando la luna –los garrapatas del bóxer son corcheas, pentagrama su vientre de cachorro. No es ésa nuestra música, Manuel. Las avispas roedoras de carne saben bien qué somos. Y de regreso, el frío es un regalo. Yo te lo doy –dientes de hielo–. La rana congelada en un cubito resiste: el invierno es un ojo abierto a su paso. Pero no muere; salta, el sonido del agua como dijo Basho. Pero hay Levante. De regreso a la ciudad, la canícula, los rostros –la guerra– merman, escinden: rotos en la imagen, sólo hablamos de esto.Y está mal. Está mal. Pero traducimos así: ese eje de polígono fue un tercero innominado, figura entre muerte y paleta de caramelo,no explicable con lo escrito –lo imaginado no. Nos damos lo tercero cuando hay alba, grafito ennegreciendo las uñas, purpurina en el cielo. Se parten nueces al estirar las cervicales: el regalo no sirve, la columna se encorvaal telefonear al infinito. Y no. Y no. Los niños, no. Nadie en la ventana.Piedras responden. Y el beso sabe a pómez; el agua a piedra. Bombas en tu jeta de alevín: cerezas podridas, carbón, orugas, pañales sucios con pólvora en mis branquias. Te doy el dilema, ¿lirio?, ¿lágrima? Nos vemos, Manuel,con púas y no esto. El estío, ¿qué es él, sino una ruta al hastío? Un vilano es un ojo y tú quieres soplar. La eclosión de parásitos rosados –su entrega al mascarnos la voz. Ese es nuestro acuerdo, dos chicos que harán felices a las moscas.

fragmento transversal
P.M.L

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